12 de marzo de 2007

de vuelta a la vieja escuela

Esto fue hace mucho tiempo, y ps, vamos a dejarlo aquí.

A medida que me trago las lágrimas, mientras vomito el sonido de las rayas blancas, dejo de pensar qué hago aquí. Llego por fin a la primera canción, la cual es mi favorita, y sube el volumen y aparece el solo (el cual calma la intensidad). Y se acaba el disco.

Hoy mi mejor amigo cumple 16 años aunque nació en el 88. A pesar de que le hice un obsequio, siento que nuestra amistad se va deteriorando, al igual que mi relación con el resto del mundo en esta vieja escuela. La gente me empieza a detestar, a hablar a mis espaldas; parecería que ya ni se dignan a mencionar mi nombre. Como ya no pertenezco aquí, me voy. La tortura se acaba (agraciada sea mi pobre alma), pero ¿en realidad termina o empieza?

A las 3:33pm vivo de nuevo el Ars Longa, Vita Brevis. Parece más bien que la semana es eterna y mi paciencia es breve.

A pesar de que llevo más de 2 años sin sentirme así, vuelve el nerviosismo y con eso, la misma sensación a extranjera que sentí una vez. Lo lamentable es que a medida que pasan los días me siento cada vez más fuera de lugar.

Por suerte regreso a la salvación (y no me refiero al juicio final, porque en todo caso no me salvaría) y vuelvo a reconocer amigos y amores… y una que otra enemiga. Mis protuberancias desaparecen pero a la vez empieza a desaparecer mi motivación por tenerlas. Dejo de treparme en el palo de aguacate para pensar sobre la vida porque todo se simplifica. No recuerdo cómo me sentía, porque hasta mi sentido de memoria se simplifica. Mi mamá está empezando sus estudios graduados y por eso volvemos de haber estado con ella un año en Rutgers. Me gusta mi nuevo estilo de vida porque siempre estoy feliz. A esta edad no hay por qué deprimirse ni grandes cosas por las cuales llorar.

Mis prioridades cambian por completo. Todo cambia dramáticamente de cómo era antes. No sé bien cómo expresarme y vuelven algunos achaques. Se me entierran los dientes en las encías, lo cual duele en proporciones épicas. Antes hubiese pensado que el hecho de sentir el pezón de mi madre era pervertido y asqueroso, pero ahora me llena y se convierte en un gran deleite. Aunque me he librado de toda responsabilidad, también me he librado de toda diversión y todo propósito. Mi mera función es existir, lo cual de alguna manera, trae felicidad a toda mi familia.

El señor de la ropa blanca me mete en una cueva en donde como, duermo, doy vueltas día y noche mientras me achico. Siento que todo fue en vano, ya que mi labor como villana habrá culminado.

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